Somos lo que bebemos
Universidad de Utah. Unos científicos han desarrollado una nueva herramienta contra el crimen, basada en el hallazgo de que el cabello humano revela la zona donde una persona bebió agua u otras bebidas. Esto permitirá a la policía rastrear los movimientos de sospechosos o víctimas de asesinato no identificadas. El innovador método puede incluso ser de utilidad para antropólogos, arqueólogos y médicos.
El geoquímico Thure Cerling y el ecólogo Jim Ehleringer, ambos de la Universidad de Utah, han dirigido la investigación que ha culminado en el desarrollo de este método de análisis.
Los investigadores encontraron variaciones significativas en los isótopos de hidrógeno y oxígeno presentes en el pelo y en el agua, que se relacionan con la zona de Estados Unidos en la que vive una persona. La correlación entre los niveles de esos isótopos en el cabello y el agua potable de la zona es significativa; un 85 por ciento de la variación en los niveles de isótopos del pelo queda explicada por las variaciones en los del agua potable de la zona o zonas en las que la persona ha permanecido durante algún tiempo.
Aunque el método no permite localizar con precisión las ubicaciones exactas en que ha estado una persona en el pasado, sí permite identificar áreas geográficas generales donde permaneció y consumió el agua local.
El agua potable de cualquier área tiene una firma de isótopos que es incorporada en el cabello en crecimiento. Esa firma no resulta perturbada por otras bebidas ya que una fracción significativa de éstas, como por ejemplo leche, cerveza y refrescos, suele proceder de la misma región en la que se consume.
En Estados Unidos, algunos oficiales de policía ya han comenzado a usar este método para determinar el posible lugar de procedencia de víctimas de asesinato no identificadas.
Se aplica en un caso concreto que sucedió recientemente
Uno de ellos es el detective Todd Park, de la Oficina del Sheriff del Condado de Salt Lake, que trata de identificar a una mujer asesinada cuyos restos fueron encontrados por unos cazadores cerca del Gran Lago Salado el 8 de octubre de 2000.
Los detectives recobraron 26 huesos, un poco de pelo, una camiseta y un collar. Meses más tarde, realizaron una reconstrucción facial y la divulgaron por todo el país, pero la identidad de la mujer, a la que se le calcula una edad de entre 17 y 20 años en el momento de su muerte, sigue siendo desconocida, así como la causa de su fallecimiento.
James Ehleringer