Un camino al deseo
Amor y Sexo,  Literatura y Poesía

Un camino al deseo

Oscuridad… un manto oscuro encerraba la casa, la noche reinaba en silencio y ni apenas la tenues luces de la calle lo rompía. A pesar de ellos sus pasos eran seguros, felinos… y firmes. Conocía cada rincón de aquella casa, aunque fuera la primera vez que entraba. La oscuridad parecía no estovarle, sino al contrario lo guiaba evitando los obstáculos hacia su meta… hacia ella.

El dormitorio estaba en un pasillo a la izquierda, se lo encontró cerrado. Puso su mano en el picaporte y durante unos segundos espero a que su corazón se acelerara en una emoción esperada hacia tiempo… giro la manivela y lentamente abrió la puerta, en un silencio absoluto. Allí estaba, dormida entre una sedosa sabana, inocente, ignorante de lo que pasaba. Su rostro bellamente pincelado por la vida descansaba en la almohada, el reflejo de una cala de Luna filtrada por la ventana acariciaba sus delicadas facciones… y él con el deseo acumulado en sus venas se acerco.

Pasó su mano rozando su largo y anillado pelo rubio, se fijo en sus hombros desnudos, sus brazos relajados por el sueño cubiertos por una piel fina, blanca y sonrojada donde irradiaba una sensualidad dormida y anhelante, una piel verdaderamente tentadora… Como era verano solo una fina sabana rozaba más que calentaba aquel bello cuerpo de mujer. Él sin poder contenerse bajo suavemente la sabana, dejándola deslizar lentamente sobre ella… sólo su corazón agitado con sus latidos se atrevía profanar aquel sublime momento en donde la inocencia huía en puntillas…

Allí estaba ella, desnuda en un transparente camisón ligeramente húmedo en sudor. Sus curvas perfectamente delineadas insinuaba un mundo de pasión infinita. Sus senos eran pequeños y firmes, suavemente redondeados, y pese a estar en un tranquilo reposo por el sueño, sus firmes pezones bellamente retaba a un mundo de delirio… luego venia su vientre, sus caderas, sus muslos semi delgados, tensos, tornasolados y duros, dos montañas seductoras que invitaba a su escalada en caricias para llegar a su caverna, la intimidad más preciada de la mujer. donde el fuego de los dioses se funde en las terrenales pasiones. Pero aquel pubis aun estaba dormido, ignoto, virgen… pese haber sido poseído y ansiado en varias ocasiones, él sabía que su carne desconocía el verdadero desgarro del placer. De una sensualidad profunda y completa llena de la savia de la vida, un placer que él sabía muy bien despertar.

Se quedo buen rato, mirándola, adorándola, deseándola. Sus manos navegaron por su cuerpo apenas tocándola, provocándole un estremecimiento, que la hizo gemir en su sueño agitándose inquieta. Él espero quieto a que ella volviera de nuevo a la profundidad de su ensueño y la cubrió con la sabana, acerco sus labios a los suyos… percibiendo su cálida respiración en su boca sedienta y le robo un beso trémulo, húmedo y suave.. susurrando en un lenguaje casi imperceptible “aun no, llegaras lentamente a mí, despertándote de tu letargo, te crees mujer, pero la verdadera mujer aun duerme en ti, esperándome…” Dicho esto deposito una rosa rociada en gotitas de agua, en la almohada cerca de sus labios y sacando un frasco dejo caer sobre los pétalos de la rosa una gota de un perfume intenso, de un olor desconocido y seductor que se agarra fuerte a los sentidos embriagándolos en su esencia. Y tal y como entró, en su sombra felina y misteriosa, envolviéndose en la oscuridad, despareció…

Sintió como un viento compuestos por centenares de invisibles manos la envolvía en un campo lleno de rosas, cuya esencias le caía como perfume en todo su cuerpo humedeciéndola en un extremo mágico y sensual… una de las rosa crecía sin parar, se hacía más grande, más poderosa, más cercana a su cuerpo sus pétalos casi tan grandes como ella se abrían y la llamaba en un tono susurrante… la rosa.

Y allí estaba la rosa! Jezabel tardo un rato en despertarse de todo, el sueño no quería dejar libre su mente, la rosa la seguía llamando misteriosamente, y la fue dejando despacio, sin embargo allí estaba la rosa, no de tamaño gigante como en el sueño pero si con la misma intensidad de color y ese perfume tan particular que hacía de aquella rosa fuera distinta… la rosa, estaba casi rozando su sorprendido y aun somnoliento rostro. Jezabel la cogió y con extrema delicadeza la acaricio, sencillamente era hermosa. Aspiro su perfume y se dejo llevar por sus sentidos, en un oleaje suave de olores mezclados… el de la rosa, el de su cuerpo levemente sudado y el aroma de la noche… que despacio se escapaba por entre la alborada del día.

Pero las rosas no caminan! se incorporo de golpe en la cama, por primera vez era consciente de la realidad, las rosas no caminan por lo que alguien la había dejado en su almohada, no estaba sola o aquella noche no había estado sola. No era una mujer miedosa, nunca la había sido, ni de niña. Así que se levanto deprisa pero sin temor, se puso su bata y encendió la luz. Todo estaba en su sitio, tal y como su memoria le decía donde tenía que estar cada cosa, si estaba sola… como siempre. Fue recorriendo habitación por habitación, en un ritual de lógica aunque ella tenía la certeza de su soledad… hacía ya tiempo.

Pero la rosa no era un sueño, era real y estaba allí entre sus manos, se dio cuenta que no la había soltado y que junto a ella como un hermoso y elegante acompañante habían revisado la casa. Fue directa al teléfono con la idea de llamar a la policía, pero cuando ya iba a marcar colgó el auricular, ¿que estaba haciendo, que le diría a la policía, que se había despertado con una rosa en su almohada? ya imaginaba la risa ahogada del funcionario que le atendiera y sus segundas intenciones cuando le preguntara sobre su edad y si vivía sola. No, no era cosa de quedar como una tonta ante la policía, si en toda la vida había resuelto sus problemas sola ahora, por una rosa no iba hacer menos. lo primero que debía hacer era pensar claramente y con el sentido común que siempre la había acompañado, y no pudo reprimir una leve mueca amarga al pensarlo. Vivía en un quinto piso de unos bloques modernos que se levantabas en uno de los extremos de la ciudad, una barriada dormitorio como se le llamaban, porque la mayoría de las personas que lo habitaba trabaja en la capital, usando solo sus casas para dormir. El caso es que las ventanas de su casa por su altura no necesitaba rejas, el único modo de entrar en su pequeño espacio comprado, llamado casa, donde hasta el aire que entraba le pertenecía, era la puerta. La reviso dos veces sin encontrar ninguna señal, nada indicaba que se había abierto aquella noche a nadie, y menos a un extraño con una rosa, con que sabe Dios que intenciones… sus intenciones… se estremeció por un segundo, sus intenciones podría ser diversas… Recordó que precisamente abajo de su bloque había puesto un cerrajero su negocio, de camino a su trabajo se pasaría por él y quedaría a la tarde para cambiar la cerradura. El problema quedaba cerrado, el cerrajero le cambiaria la cerradura a su cárcel privada para que fuera inexpugnable, sin nadie entraba en su celda comprada nadie la dañaría, era la ley de la vida moderna. Y creyendo zanjado el tema de la rosa se olvido de ella para seguir actuando como una autómata, se ducho como todos los días sin sentir como el agua le acariciaba y frotaba su piel tensa y rosada. se vistió deprisa eligiendo un conjunto sencillo azul, apenas tomo un café con tostada y se dirigió rápido al centro de la capital donde pasaría las siguientes 8 horas trabajando como abogada en el departamento jurídico de una empresa de software. Ocho horas diarias de su vida dadas a otra persona para tener derecho a seguir dedicando otras ocho horas más y a su vez tener derecho a un receptáculo donde encerraba su vida privada…

Lo que nunca pudo pensar Jezabel era que la rosa la siguiera. Cuando entro al despacho tras el acostumbrado buenos días dados con una sonrisa ya preestablecida, Jezabel se paro, por unos momentos le pareció que todo se paralizaba que dejaba de existir, todo menos ella y la rosa… la misma, con el mismo rojo intenso y el mismo perfume… allí sobre su mesa de trabajo, descansando en un vaso de agua estaba su rosa, esperándola… salió de su despacho y observo los rostros de sus compañeros buscando en sus gestos un indicio de quien le estaba gastando la broma de la rosa, pero no vio en sus compañeros ni la más leve mueca fuera de las que todos los días se producían el las ochos horas que pasaban en aquella oficina. No, no eran ellos, no sabía el porqué pero Jezabel supo que ninguno de aquellos autómatas que repetía el mismo y continuado trabajo de todos los días era su admirador misterioso… si es que era un admirador, bien podía ser… Jezabel no dejo terminar su pensamiento y se dirigió al servicio, necesitaba refrescar su cara como si de este modo gracias al agua se aclarase las ideas… y no se equivoco.

El agua fresca desencadeno una vorágine de sentimientos en su mente y en su cuerpo, y recordó… su consciente se dejo arrastrar por su subconsciente y volvió al campo de rosas, sintió como la miraba alguien a quien no podía ver, se inundo en caricias que iba subiendo en su cuerpo por dentro, en una carrera enloquecida, su piel se abrió pidiendo más sensaciones y todo su cuerpo se retorcía en un suave placer que recorría sus entrañas, desde sus muslos a su cabeza, mientras las rosas, la rosa gigante la miraba junto aquella misteriosa sombra que la deseaba en sus oscuras intenciones. Su deseo dormido despertó en ella, deseando vivir y sentir, se acumulo en sus labios y le provoco un callado gemido de dulce y libre placer.

Todo se aclaro de golpe, se miro al espejo fijamente. cogió y abrió su bolso, cogió el móvil y marco el numero del cerrajero, por primera vez no actuaria por su lógica, fuera cual fuese el resultado, no sabía si era una locura suicida o un camino de liberación, solo tenía la certeza de querer vivir algo diferente y fuera de la monotonía de su vida. Y con voz firme anulo su cita con el cerrajero… su cárcel no seria inexpugnable … ya no.

Los días fueron para Jezabel como una fina y refrescante lluvia que humedecía su alma y su deseo, ahora contaba los días con las rosas, una… dos… tres…. cuatro… todas las noches ocurría lo mismo, la misma sensación de ser acariciada en su sueño, la misma fragancia, la misma calor que hacia sudar mas su cuerpo, y siempre al despertar encontraba la rosa, a su lado casi pegada a sus labios. ella cogía entonces con ternura la rosa, se iba al baño y se miraba al espejo para descubrir en sus ojos una chispa que antes no se encontraba allí, un reflejo de un dulce despertar, y Jezabel deseaba más, mucho más…

Las horas en su trabajo era más ligeras, menos automatizadas y sonreía más, sus compañeros lo notaron y bromeaba diciendo que la abogada se había enamorado de un jardinero fantasma, porque siempre Jezabel tenía una nueva rosa en su mesa de despacho sin que nadie lo viera, y mira que estaban pendientes, pero jamás vieron la menor sombra, sencillamente la rosa florecía por arte de magia día tras día en aquella mesa… Tampoco le pudieron sacar ninguna palabra a Jezabel, que disfrutaba de la curiosidad de sus compañeros, claro que aunque lo hubiese deseado nada podría aclararle, porque ella misma no sabía nada, tan solo una certeza se apodero de su mente fijándose con poder. Lo que le pasaba era más que un amor, una convicción profunda le decía que iba más allá de un simple enamoramiento, más hacia una frontera que hacía tiempo ella deseaba traspasar.

Y así esperaba cada noche que fuera distinta, que pasara algo más, deseaba no quedarse dormida y descubrir a su amante, a su enamorado o aquel simple loco que noche tras noche entraba en la intimidad de su habitación, la acariciaba y le dejaba una rosa perfumada, Pero un extraño sueño la invadía, le cerraba sus ojos lentamente y la derrotaba en su lucha por quedarse despierta. Aquel ser, aquella fantasía o aquella locura que ella dejaba que sucediera, la estaba conquistando, poseyéndola lentamente y algo desconocido surgía de sus entrañas como un nacimiento que la desgarraba y luchaba por vivir en su piel. Una nueva Jezabel voluptuosa y sensual nacía, reclamando su derecho a los sentido. Exigiendo su derecho a la vida y al placer. simplemente quería más, necesitaba más, mucho más…

Y allí estaba él para dárselo camuflado en las sombras, era su misión, se deber, su destino… como todas las noches se acerco a la cama de Jezabel, sabía que no despertaría, pero que sentiría sus caricias, era parte de su esencia, de su poder… acaricio su rostro pasando por sus ojos cerrados, su pequeña nariz , sus hermosas y suaves mejillas… y rozo sus labios que al tacto se abrieron en un profundo suspiro… acercando su boca dejo que su aliento saliera, rozara el rostro de Jezabel y le quemara la piel en un deseo que se ahogo en un gemido. La destapo, dejando que la sabana se retirara de aquel cuerpo con suavidad como si no quisiera abandonar su calor y la desnudo… no la toco, no era el momento, pero su aliento fue invadiendo su piel lentamente, conquistándola, encendiéndola en una calor intensa, abriendo sus poros a su paso. Y sintió como cada átomo de aquel cuerpo se estremecía, despertando al roce de su aliento, que lo inundaba todo, sin prisas recorriendo cada curva cada rincón… cada zona intima, dejando un deseo húmedo que calo aquella piel, penetrando su alma… Jamás un gemido salió tan profundo en una arrebatada ola de liberación, y sin salir de su trance en el rostro de Jezabel se marco un cambio, un gozo exquisito, de sus labios entreabierto se escapaba parte del fuego que la consumía, y él con la suavidad de una brisa bebió de aquellos labios mojados en deseo. Después con la misma parsimonia que la había desnudado la vistió, la tapo y en susurros le indico unas instrucciones… se quedo mirando aquella mujer, su hermosura, la fogosidad de su sangre, el calor de su alma.. lo conmovía, quizá demasiado… si demasiado para él. Aquella noche no le dejaría la rosa ya no habría más rosas, su piel se estaba abriendo en unos delicados pétalos de anhelos. En un perfume embriagador, en un perfume que el conocía y manejaba a la perfección, dejó que una mueca, una leve chispa de sonrisa se confundiera en la noche y como siempre se perdió entre las sombras del cuarto.

Y los pétalos sustituyeron a las rosas… fue un mes intenso de una iniciación a un mundo atrayente… provocador y mágico. Cada día Jezabel amanecía con un pétalo en un lugar de su cuerpo y ella sabía muy bien qué hacer. Primero fueron sus manos… el pétalo en sus manos le indicaba que debía descubrirse esa

zona de nuevo, como una recién nacida pero bajo el mandato de la sensualidad… y Jezabel volvió a nacer redescubriendo su cuerpo, sus sensaciones…. su piel. Vio en sus manos algo más que unos miembros útiles para el trabajo y la vida cotidiana, se las froto, se las acaricio y descubrió una nueva función en ellas. El poder de las caricias. Sus manos eran poderosas, creadora de mundos, y ella aprendió a usarlas… sobre iba apareciendo los pétalos, sus manos como mensajeros de su amante iban creando un mundo de caricias, sus piernas, sus muslos eran suavemente redescubiertos, sin prisas. Despertando sensaciones dormidas y creando otras nuevas. Ahora Jezabel sabia como usar sus manos, y sus dedos se desplazaba lentamente por sus piernas, sus muslos. tensando y excitando su piel. Evocando un fuego que la consumía en un deleite maravilloso.

Pero él pidió más… y tras dejar pétalos en sus manos, piernas y muslos. Una noche beso con sus ardientes labios su vientre, lo acaricio casi imperceptiblemente y por primera vez su lengua rozo la piel de Jezabel cálida y húmeda en deseo, dejándole después el pétalo de rosa para indicarle donde debería concentrar el poder acariciante de sus manos ese día. Y ella se dejaba seducir descubriéndose a cada instante como mujer. Una nueva mujer que por largo tiempo llevaba dentro dormida y ahora despertaba, nacía, deseaba y se encadenaba en placer por su misterioso amante nocturno.

Prueba de ello fue cuando un día se despertó con sus pezones duros, firmes y vivos, frotados y perfumados en pétalos de rosas… y sobre el sostén otro pétalo indicándole que ese día sus pechos serian acariciados por su suave tacto… Y Jezabel se sumergió en un mundo oloroso de caricias de rosas…

Un amante que le dejaba en los pies de la cama la ropa que debía ponerse ese día, cómoda y elegante para su trabajo y ella aceptaba aquella parte del ritual con gusto, se dejaba vestir como se dejaba seducir porque sentía que él la conocía muy bien y sabia llegar a su alma, a sus más íntimos rincones sabiendo en cada momento sus gustos.

Los días para Jezabel fueron cayendo en una hermosa cascada de emociones, en donde cada día era conquistada una sensación nueva y su mente estaba en un estado de armonía en el cual la sensualidad era su maestra y guía. Haciéndole ver la vida de otra forma, en otra realidad que anteriormente desconocía.

Su casa, su trabajo, las calles eran las mismas, y en todo estaba las mismas huellas, los mismos aromas… Pero no todo era igual, Jezabel ya no era la misma mujer. Ahora lo cotidiano tenia vida… la vida que sentía en su piel. El mundo era el mismo, Su mente, su cuerpo y su alma… no.

Y tan ensimismada estaba que se olvido esa fecha que nos van marcando los años en la hoja del calendario y en el reflejo de la mirada. El cumpleaños de Jezabel se acercaba y él lo sabia… como sabia todo sobre ella. Un día Jezabel encontró el almanaque sobre la mesa con la fecha de su cumpleaños marcada en rojo y… como no, con una rosa encima. De esta forma Jezabel recordó el día que vino al mundo en la inocencia del nacimiento y presintiendo que ese año volvería a nacer pero de otra forma muy distinta, no sabía en qué, pero sabía que ese día cambiaria el destino de su vida.

Llego a la oficina con una sonrisa suave y sincera, hacía tiempo que se había quitado la sonrisa prefabricada, ahora sonreía a sus compañeros con naturalidad, sin ensayos… en esa ocasión llevaba el pétalo dentro de su sostén y la acariciante sensación de su tacto era sencillamente hermosa… inerrable. Encontrarse con una rosa en su despacho era lo habitual. encontrarse con un ramos de rosas era la novedad. Sorprendida y con una sonrisa cómplice acaricio y cogió el ramo de rosas, su amante era sorprendente, esa misma mañana encontró la rosa sobre el calendario marcado y ahora ese hermoso ramo la esperaba en su despacho, aspiro despacio el aroma de las rosa y su olor lleno los pulmones en una suavidad agradable, y el pétalo de su pecho extrañamente se agito aumentando su tacto de terciopelo, era feliz… muy feliz. Pero las sorpresas no habían acabado para Jezabel. En sus caricias a las rozas sus dedo tropezaron con una tarjeta finamente escrita con un nombre, el sobresalto fue tremendo !Su nombre¡ El nombre de su misterioso amante estaba allí escrito, por fin podría saber quién era y ponerle rostro al hombre que estaba cambiado su vida de una forma completa, placentera y mágica.

Y leyó aquel nombre con un deseo incontrolado, unas ansias que la consumía entera. Jeffrey de Peyrac jefe encargado del departamento de finanzas de software company !su compañero de trabajo¡ Así que era el… Jezabel se sentó de golpe abatida por la sorpresa, sabía que Jeffrey estaba detrás de ella que la miraba con deseo e intereses, era uno de los hombres solteros llamados de oro de la empresa, guapo de facciones muy agradables, de tacto delicado, señorial, rico pero sin ninguna ostentación, con una personalidad cautivadora y muy varonil. Si, era él, de golpe se vio como la más tonta de las criaturas, ¿como no lo habría adivinado ella?

Estaba claro, no podía ser otro con esos detalles de caballero… su mirada era profunda y misteriosa. Sin embargo, ella siempre lo había rechazado, viéndolo como un compañero de trabajo, es más su encuentros con él siempre había sido escasos y rápidos. Y ahora era su amante… el motivo de su felicidad. Rebusco ente las rosas como si en ella surgiera de improviso Jeffrey con su eterna sonrisa en los labios, y encontró otro sobre…la reserva de una cena para dos en un restaurante de lujo para… y aquí ya Jezabel se quedo sin aliento… para el día de de su cumpleaños.

Siete… Seis… Cinco… días. Como una cuenta atrás Jezabel iba tachando los días en el almanaque, ahora sabia quien era él. Sin embargo, aunque lo veía todos los días y sentía el deseo de hablarle, leyendo en su mirada la correspondencia a su anhelo, no se dijeron nada. Jezabel no quiso interrumpí el hermoso juego romántico de tu amante…

Un juego en que ella se dejaba hacer y participaba al mismo tiempo creando caricias que la sumergían en una semiinconsciencia… placentera. Ahora tenía un rostro a quien dirigir sus caricias, y se dejaba llevar por su mente en una masturbación lenta y cálida que deshacía su sexo en un manantial de fluidos… para él joffrey, para quien había despertado tanto deseo en su cuerpo, descubriendo una mujer que ni ella sabía que vivía dentro, dormida, deseando despertar…

Y llego el momento… el día amaneció brillante, hermoso, unos tímidos rayos de sol se filtraba por su ventana y golpeaba la rosa, que como siempre guardaba su sueño, saliendo de ella un resplandor inexplicable que acariciaba la cara de Jezabel, felicitándola en el día de su cumpleaños. En sus cumpleaños vividos nunca se había despertado sintiendo tanto amor, tantas ganas de vivir. Por casualidad de destino su cumpleaños había caído en sábado, así que libre de las cadenas del trabajo se tomaría el día para relajar y embellecer su cuerpo, dándose unos toques artificiales de belleza a su hermosura nata. Esa noche tenía que estas más impresionante que nunca.

Tomo su baño sin prisas, sintiéndose dueña del tiempo, disfrutando cada momento de paz y de relajamiento transmitido por el agua, después se seco también sin prisas adorando cada centímetro de su piel. Paso el día envuelta en su albornoz atendiendo sus escasos quehaceres del día y dando gracias a las llamadas que tenia felicitándola, pero su mente estaba muy lejos de allí, de su casa incluso tuvo la sensación que su mente estaba mas allá de la realidad…

Llegado el momento fue a vestirse a su cuarto y como venía siendo costumbre sobre la cama tenía preparada su ropa interior y sobre el sostén una rosa con un leve principio de tallo. Jezabel sonrió, cogió el sujetador y lo guardo, sus pechos eran firmes y no lo necesitaba, aquella noche seria ella quien sorprendiera a su enamorado. Seguidamente se pellizco levemente los pezones y se puso un vestido de seda azul claro con un generoso escolte que dejaba al descubierto parte del embrujo de sus senos. Eligio unas braguitas azules de encaje y… en el centro puso la rosa con el tallo rozando suavemente su entrepierna.

El restaurante era hermoso, decorado con gusto estilo italiano con una música suave y un ambiente cálido y armonioso. Lo busco entre el salón y lo encontró en una mesa pegada a una de las grandes y vidriadas ventanas venecianas.

Jofrey apenas la vio se levanto y abrazándola suavemente la beso en un dulce beso de bienvenida y felicitación. Acto seguido le retiro la silla para que se sentara la mujer que desde hacia tiempo amaba en silencio…

Allí estaba… con un vestido que realzaba su hermosura, con su rostro reluciente cincelado en una ternura cautivadora, la amaba, su pequeña fortuna, sus lujos, su mundo sofisticado, su educación de caballero, no era nada a lado de ella. La necesitaba y seria su esposa, nunca había perdido una batalla y aquella batalla le cambiaria la vida para siempre. su más preciada conquista…

La cena transcurrió en una armonía perfecta, entre los exquisitos platos, las caricias cómplices de las manos, de los roces de las piernas, la conversación agradable, dulce y transparente… y esa sensación intima en la mirada de una inmediata entrega…

Cuando salieron del restaurante se dirigieron a casa de Joffrey, un chalet de lujo de tres plantas en una urbanización privilegiada, Joffrey la llevo a su recibidor y la sentó en el sofá aterciopelado que estaba próximo a una chimenea que en ese tiempo debido a la estación de verano descansaba apagada. Puso en su equipo una música sensual y cálida de y le sirvió a ella una copa de licor sentándose a su lado con la suya. Mirándola a los ojos empezó a seducirla, con todo su saber, con todo su pasión. Las manos se rozaron con delicadeza, mientras bailaba el licor entre las copas y los labios se hundían lentamente en un mundo de sabores y sensaciones, los suaves gemidos aumentaron en un silencio donde solo las bocas sonaban. Joffrey con la suavidad de un experimentado caballero la levanto y la guio lentamente hacia su dormitorio en el piso de arriba, la subía por las escaleras con cuidado porque el había dejado caer para ella una alfombra de pétalos de rosas, vio la alegría de su amada a ver los pétalos a sus pies y sintió que la estaba conquistando… Minutos después, Los besos fueron intercalados entre suaves y rudos, entre la seda de las sabanas. Sus manos se desplazaban por su piel desnudándola y ella le correspondía en los besos, en las caricias. en las ropas que le arrancaba en los deseos, recorriendo después su cuerpo varonil con sus manos anhelantes, con su boca sedienta de sentir el placer de un hombre, de su amante. Se devoraban, humedeciendo sus cuerpos, su piel que ardía en cada roce, en cada recorrido de sus lenguas que mojaba sus pieles. El metió las manos entre el vestido explorando sus muslos en caricias que se había a su paso en una invitación a su sexo, le bajo sus bragas con delicadeza pero con la pasión de sus manos, y se encontró con la rosa… La miro sorprendido a los ojos y ella con una belleza picara le sonrió, él le devolvió la sonrisa y arrojo al suelo la rosa, abrió más las piernas de Jezabel y se preparo para poseer aquel ardiente sexo que mojado en deseo lo esperaba.

Si en ese momento le hubiera comunicado a Joffrey el desplome total de las bolsa, no se había conmocionado tanto como lo que siguió, todo paso en pocos instantes o quizá en una eternidad, Jezabel lo empujo, se levanto veloz, agitada y ligeramente sudada. Lo miro angustiada con lagrimas en los ojos, susurrando apenas… “no eres tú” se vistió tan rápida como pudo, recogió la despreciada rosa besándola entre sus lagrimas y abandono el dormitorio de Jofrey mientras este lo veía todo lento, como una pesadilla, viendo en su relatividad del tiempo como Jezabel. La mujer que momentos antes iba hacer suya, Jezabel a la que había amado desde hacia tiempo, desaparecía de su vida, huyendo de su lecho. Quedándose el solo sin poder entender lo sucedido. Oyendo sin parar la hiriente y desgarradora frase de Jezabel dicha con desesperación “no eres tú”. Solo le quedaba una certeza, que había perdido la batalla más importante de su vida.

Furia, tristeza, el orgullo herido… y sobretodo confusión, cuando Jezabel llego a su casa no sabía que emociones sentían, estaba envuelta en un torbellino de sentimientos que se ahogaban en unos pensamientos vertiginosos y perdidos. Se sirvió un vaso de vino y bebió un buen trago de golpe con la

firmeza de que el vino le aclararse la situación, su situación, cada vez más compleja. No era él, el caballero de la rosa, su amante nocturno, su misterio más intimo, no era Joffrey. todas sus galanterías se esfumaron cuando arrojo la rosa al suelo, su rosa, la rosa que ella creía que el mismo se la había regalado, la rosa que simbolizaba aquel juego erótico que le había despertado a la vida como mujer, ¡la rosa de su amante! tirada y menospreciada por aquel hombre que la tenía en sus brazos a punto de poseerla, pero si no era Joffrey…. Jezabel apuro el vaso de vino de otro trago, si no era el por dios santo quien o que era su amante. Esa noche ella creía que se resolvería todo el misterio, y así seria, estaba dispuesta que esa noche se descubriera todo, pasara lo que pasara. En todo este tiempo había sido suya, sin penetrarla había poseído su alma, su esencia de mujer. y ella… lo sentía, lo conocía, sin haberlo visto jamás sabia como era su amante porque ella lo había atrapado en su alma, en su deseo y ya vivía con ella en una cadena invisible que los atabas a ambos. Si, Jezabel conocía muy bien a su amante y sabia como llamarlo… Ya se equivoco una vez aquella noche, no se equivocaría una segunda vez.

Se dirigió al baño y se miro al espejo descubriendo en él una mujer diferente, serena, segura y dueña de su sensualidad. dejo caer su vestido con lentitud apreciando el suave y delicioso roce en su piel. Después con la misma parsimonia se quito las bragas, quedándose desnuda, hermosa antes el espejo y cerrando los ojos levemente sonrió, le gustaba.

Abrió el grifo y se metió bajo la ducha, el agua tibia le cayó como una lluvia bendecida recorriendo su cuerpo, mojando, refrescando, purificando cada poro, liberándola de todo rastro de Joffrey y sintiéndose limpia y agradecida a las caricias que le producía el agua. Aquella ducha no era como la que se tomaba cada día a levantarse. En esta no había prisas y si una complicidad intima entre el agua y su cuerpo

Terminada la ducha, tomo una toalla y empezó a secarse las piernas, sin perder esa calma que sentía, el tacto de la toalla pasada en un suave frote intencionado le despertaba el deseo en su piel. Sus muslos se tensaron y su sexo hormigueo al sentir el frote acariciante de la tela. no se seco más, se lio la toalla y abandono el baño para dirigirse al dormitorio. Abrió la ventana, hacia una noche silenciosa, despejada con una luna cuyos reflejos tocaba su húmedo pelo, poseída por aquel bello embrujo sus dedos jugó con su cabello mojado, estirándolo, dejándolo caer en sus hombros, peinándolo…. Miro por última vez fuera con la fugaz esperanza de ver a su amante, aunque bien sabía que allí fuera no estaba. Se froto con fricción su pechos con la toalla y la dejo caer procurando que pasara por su vagina. El estaba allí lo presentía… lo sabía.

Se tumbo en la cama con sus piernas ligeramente abiertas y cogiendo una nueva rosa la beso, la lamio con la punta de su lengua y la chupo notando su excitante tacto y su maravilloso sabor. y una vez impregnada la rosa con la húmeda esencia de su boca, la paso por su rostro, al tocar sus ojos los cerro sumergiéndose en ese mundo de sensaciones… y siguió por su cuello, sus pechos… como él le había enseñado, disfrutando cada goce… cada momento… se detuvo especialmente en sus pezones donde se froto más fuerte con los pétalos, perfumándolos y endureciéndolos en deseo. y respiro profundo, excitada. Absorbiendo el aroma de la rosa y de su cuerpo junto, después de mojar nuevamente la rosa en su boca siguió con sus caricias en su vientre, sus muslos, sus piernas…. no tenía prisa y sabia que él la miraba, la deseaba y se excitaba gozando de su entrega, de su sensualidad. Recorrió varias veces su cuerpo con la rosa frotando una veces más fuerte, otras más suave, en una cadencia de exquisitos jadeos que se rompía en sus labios en el silencio de la noche y produciéndose un leve sudor que la hacía más deseable, sacando toda su sexualidad de mujer. “ven…”, las palabras sonaron profundas en sus labios, haciendo temblar cada silaba con algo más que un simple deseo, resonaron con adoración. Cambio de rosa por otra que era un brote con sus pétalos aun cerrados y donde tenía una pequeña espina en el tallo y la paso por sus muslos, la espina le araño como queriendo penetrar en esa piel, esa cálida carne que ardía en pasión, el dolor era soportable, en cierto modo placentero, porque lo calmaba las caricias y sentir a su amante cada vez más cerca, presintiendo el fuego de su ser, lo que le producía un oleaje de placer. Cuando llego a su vagina, ya notaba su calor sobre su piel, se acaricio con el roce de los pétalos, abriendo su intimidad con la excitación de su tacto y hundió en ella el inocente botón de rosa usando como timón el tallo, desgarrando todo su sexo en un mar que se derramaba en deleite y de sensaciones que la hacía llamarlo más fuerte “ven soy tuya” en una felicidad que invadía más allá de su carne, conquistando su exaltada alma que también la acariciaba en forma de dos brillantes lagrimas. Era de él, de su amante y se le entregaba llamándolo con toda su sexualidad y su alma.

El fuego estaba aumentando, presionando su cuerpo, acariciando cada poro de su piel, eras sus caricias, era él, la esencia de su amante que la abrazaba con pasión. Sintió como la poseía con lentitud en una delicadeza extraordinaria, se vio envuelta en caricias de rosas con sabor a su amante, y se dejo flotar en su universo, en sus grandes sacudidas que invadía con firmeza sus entrañas.

El se estaba entregando a aquel cuerpo ofrecido sin pudores, enamorado y apasionado, aquel cuerpo excitado que se abría más hacia el separando los muslos, esperando todo de su amante y su amante no la defraudo.

Como una brisa la rodeo en su aliento, cubriéndola de cálidos besos, de húmedos recorridos de su boca trazando, grabando en su piel un mapa de evocaciones de infinitos placeres. Y con su fuego innato la acaricio toda, sus piernas, los pilares de sus muslos, su ardiente sexo, su agitado vientre, sus pechos de miel, en cada centímetro de su cuerpo, en cada caricia, en cada goce producido por su lengua la hacía suya. Entregándose sin reserva en sus calientes besos, en su lengua que como lava derretía en placer su cuerpo elevándolo a la locura, a su locura. Ella abrió los ojos lentamente y gimió más profundo cambiando sus susurros “ven…” y era cierto, era suyo. Sentía como entraba en su carne, como la invadía con fuerza varonil sus entrañas haciéndola sentir mas allá de lo humano, oleadas de sensaciones se sucedían en cambiantes sacudidas, embestidas de distinta frecuencias, suaves y fuertes marcando su sexo en una armonía cósmica perfecta. Ternura, amor, pasión, sensualidad… desgarraba juntas su alma, el alma de una mujer renacida en sus brazos firmes, los de un amante que la fundía en un todo, en una lujuria sin fin. Poseyendo sin parar su cuerpo, su mente y su alma. Anulando sus sentidos, su razón y su conciencia.

Jezabel esa noche estaba dispuesta a todo. Hasta entregarle su alma y su vida…

Epílogo

La noche se mecía en un silencio cálido, haciendo más suave la oscuridad. ella caminaba despacio midiendo las pisadas, envuelta en una sensación nueva y a la vez conocida, muy conocida. aunque era la primera vez que entraba en aquel piso, sabia donde estaba todo, sabía lo que tenía que hacer, y lo deseaba… Llego a la puerta del dormitorio y la acaricio, su alma fue para atrás mucho años atrás… cuando comenzó todo… Abrió la puerta y entro sigilosamente, se acerco a la cama y miro su cuerpo joven, relajado, inocente…. acaricio su pelo negro que terminaba en una corta melena, era un joven hermoso sumergido en un dulce sueño, ella cerró los ojos… toda una vida se le fue acumulando en su mente, imágenes hermosas, sensaciones sentidas, toda una vida plena desde que fuera poseída, entregada a la esencia misma de la creación, la sensualidad… ahora le tocaba a ella, Jezabel, poseer y regalar la fuente de la vida, entregar y fundir su alma en aquel cuerpo ignorante… retiro lentamente la sabana deslizándola por su piel y acercándose al oído en un soplo casi imperceptible le susurro “Despierta…”

Y de este modo la sensualidad, una vez más se encadeno a un cuerpo mortal, un mortal que tendría el privilegio de sentir en su sangre la más hermosa expresión de la creación.

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